Paliacate Tonantzin Aguila Pajaro de Agua Hikuri Bufalo Azul
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La danza del Sol en lengua lakota se llama wi wanyang wacipi, cuyo significado literal es “danza de mirar fijamente al Sol”. No se trata de un culto al Sol sino de una ceremonia de “renovación del mundo” y de peticiones de fecundidad.
El ritual sioux comenzaba con la construcción de una cabaña, se cortaba un árbol que se colocaba en el centro del campamento y sobre él se ponían una serie de ofrendas. La danza se iniciaba el 21 de junio en el solsticio de verano, en general duraba cuatro días, en un momento del ritual se colocaba un cráneo de bisonte entre los que danzaban y se cantaba lo siguiente:
iWakan Tanka, ten misericordia de nosotros!, ¡queremos vivir! Esta es la razón por la que hacemos esto. Dicen que viene una manada de bisontes; ya están aquí. El poder del bisonte viene a nosotros; ¡ya está aquí! (…) ¡Wakon Tanka, miranos! El más próximo a tos que andan en dos pies, el jefe de los que andan a cuatro patas, es tatanko, el bisonte. Aquí está su cráneo seco, al verlo sabemos que también nosotros nos convertiremos en cráneos y esqueletos y de este modo caminaremos juntos por el camino de regreso al Gran Espíritu (…). Aquí en la tierra, vivimos con el bisonte y te estamos agradecidos por ello, pues él nos da nuestro alimento y hace dichoso al pueblo, es nuestro pariente (.j. ¡Oh bisonte, tú eres la tierra!”
Los indios trataban al bisonte como a un pariente. El bisonte era considerado un ser sagrado con fuertes poderes y el mensajero de la supervivencia en las praderas.
Mediante privaciones y penitencias corporales, los danzantes tratan de suscitar la compasión de Wakan Tanka y garantizar así la perpetuidad de la tribu. El ayuno y la tortura voluntaria son elementos escenciales.
La danza a pleno Sol es un durísimo sacrificio corporal, además los danzantes soplan constantemente por una especie de flauta de huesos de águila, lo que acrecienta su sed. La prueba más difícil, reservada a los varones, tiene lugar el cuarto día y recibe el nombre de “Perforación”. Para ello se colocan sobre una piel de bisonte, junto al poste sagrado, y el chamán les practica en el pecho, justo por encima de las tetillas, dos cortes paralelos en los que introduce sendas púas de madera; luego anuda en estas púas una cuerda sujeta al poste. Las mujeres participan en la danza están excluidas de esta prueba, pero a su modo también ellas ofrecen un sacrificio doloroso, haciéndose arrancar del brazo algunos trocitos de piel. Asimismo en esta ocasión se les perforan las orejas a los niños, acto simbólico por el que son oficialmente incorporados a la comunidad tribal.
En la fase final de la ceremonia, los hombres deben intentar liberarse del poste al que están atados. Con este objeto danzan primero acercándose al poste, para rezar, y luego, alejándose de él sin volverse y echándose bien hacia atrás para tensar la cuerda, con lo que la piel de su pecho se pone también tensa. Ejecutan este doble movimiento tres veces y a la cuarta se dejan caer con todo su peso hacia atrás, desgarrándose la piel y soltándose así del poste. Los cánticos y danzas cesan cuando el último de los danzantes se ha liberado. Para cuantos toman parte activa en la danza del Sol, ésta representa un auténtico sacrificio en su sentido más estricto. Pero incluso los que no se someten al rito de la “perforación”, ponen en ella a dura prueba su valor y resistencia física.
En los relatos de Alce Negro se repite sin cesar: “¡Oh Wakan Tanka, ten misericordia de mí, para que mi pueblo viva! Por eso me estoy sacrificando”. No basta, pues, con ofrecer a Wakan Tanka cualquier objeto o animal, sino que la ofrenda ha de ser algo vedaderamente valioso y entrañable para el hombre: su propia carne y sangre.
También en un mito sobre el origen de la danza del Sol se indica con toda claridad que sin derramamiento de sangre no es posible poner genuinamente a prueba de la seriedad del participante.
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