La dualidad, el lugar que habita Ometéotl
Por otra parte, Ometéotl es un dios cuyo origen no es conocido. Su dualidad hace referencia a un solo principio o realidad que le permite generar y sostener a la vida del cosmos, siendo, además, padre y madre de los dioses.
En cuanto al lugar de su residencia, el Omeyocán, se pensaba en el propio centro del dios, desde el cual engendraba a los dioses o fuerzas naturales. El centro, además, coincidía con el eje central de los cuatro puntos cardinales, lo que equivale a decir que posee el atributo de la omnipresencia. Al hablar del Omeyocán, los nahuas se referían con términos como «el ombligo de la Tierra», «entre las nubes», «la región de los muertos», etc.
Sin embargo, su carácter omnipresente no lo vuelve un dios intervensionista, dejando actuar a los dioses que él mismo ha creado. Es decir, el cosmos en sí mismo es perfecto porque es su expresión.
Según la tesis de Miguel León-Portilla, la especulación en torno Ometéotl habría tenido su origen entre los tlamatinimes toltecas. Según su análisis interpretativo, este dios poseía las cualidades de generador-receptor, masculino-femenino y, por tanto, era dueño-dueña de todo lo existente.
Debido a ello, Ometétol era de forma simultánea Señor (Ometecuhtli, Omecíhuatl) y Señora de la dualidad (Omecíhuatl). Además poseía otros desdoblamientos de género como in Tonan (nuestra madre) e in Tota, Huehuetéotl (nuestro padre, el dios viejo).
La mayoría de los títulos con que se denominaba a Ometéotl tenían el objetivo de vincularlo con las diversas formas de existencia. Uno de los títulos que más sorprende a Leon-Portilla es el de Moyocoyani, el que a sí mismo se inventa, ya que la profundidad de tal concepto sólo podría ser intuido a través de la flor y el canto, de la poesía.
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